Soy más feliz cuando mi fotografía interrumpe la paz de los puritanos, cuando sacude a quienes se creen más valiosos, más exactos, más correctos. La imagen tiene poder cuando despierta susceptibilidades.
Acepto equivocarme y me fascina experimentar, aprender y avanzar desde mi visión.
Fotografía es para mí un acto humano: reconocer que no vivimos para siempre, que los días son contados, y que debemos usarlos para hacer lo que nos apasiona. Quien juzga desde su orilla, lo hace porque teme cruzar y descubrir otra perspectiva.
En mis escasos momentos, creo con lo que sé y lo que siento; ese es mi punto de partida. Me agrada lo que hago, aunque incomode. La crítica que nace del egoísmo y del temor ajeno no me detiene: la fotografía desnuda revela más del observador que del modelo.
Ruth Bernhard escribió: “El desnudo femenino es la esencia de toda forma visual. No es un objeto: es un poema de la existencia.” Y en esa poesía encuentro la razón de mi trabajo.
Firme en mi decisión de realizar fotografía boudoir y desnudo artístico en Costa Rica —aunque nuestra sociedad aún no esté preparada— logré que una de mis obras fuese aceptada en exposición. La colocaron al final de la sala, sí, pero fue el inicio de un camino. Y eso, ya es un triunfo.







